13 de agosto de 2013

un año


El Matías acaba de cumplir un año, hace un año entré a la clínica con tanto miedo, que no pude afrontar dar a luz normalmente, siempre he sido miedosa, así que no pude asumir el reto, claro, mi ginecólogo dijo que tenía que ser cesárea (anotando la cesárea en la agenda coordinando con las demás cirugías como actualmente se hace) porque me decía que el matías no encajaba su cabeza, yo no tenía mucha información, y me avergüenza decirlo porque a mis treinta años no me había empoderado nada sobre el parto y la maternidad, no sé, creí que iba a ser algo diferente, o solamente escuchaba el otro lado, en el que uno piensa que con el cuarto del bebé y el moisés está casi todo listo, te preocupas por los pañales, te emocionas comprando ropita, preparando el cuarto, los muñequitos, te anticipas preguntando por los coches y la silla de comer, en fin.




Ahora entiendo, que lo único que tu bebé necesita cuando nace eres tu, así, de lo más simple y básico, necesita tus dos pechos y paciencia, nos han hecho creer que miles de cosas son necesarias pero cada día me doy cuenta de algún nuevo artefacto inútil inventado para hacernos supuestamente la vida más fácil.

Cuando llegó el Matías, yo estaba pero no era consciente de nada, es decir, ahora veo las fotos, pero me duele acordarme de esas fechas, estaba tan desapegada, no entendía nada, en el trabajo de cesárea sentí un frío enorme y cuando le sacaron al Matías, solo alcancé a ver que tenía bastante cabello y se lo llevaron, sentía un vacío enorme, entre alegría y preocupación y de pronto, mareo, dolor de la herida y a llevarme al cuarto, una vez ahí, después de un rato, le trajeron al Matías al fin y claro, lloré, esa pequeña cosita, ese ser chiquito que tan abstracto era en la panza, ahora era un milagro pequeño, y yo que odiaba las cursilerías me enamoré de él, pero también tenía un miedo y no me conectaba, no podía conectarme a la situación.

Me dijeron que no podía cogerlo ni dar pecho ni sentarme hasta que sienta mis piernas, llegó la familia e increíblemente el Matías seguía en esa especie de moisés, las enfermeras me dijeron que no debía cogerlo, yo estaba tan perdida, que les hice caso, hoy el recuerdo me duele, pero bueno, siempre tenemos una oportunidad de hacer bien las cosas que por primerizas, por no saber, por no contar con una tribu, nos perdimos de hacer.

Le dieron la leche de fórmula porque yo no sabía como darle el pecho, por qué estaba anestesiada, porque "hasta que le baje la leche", porque es más fácil para los doctores, porque no sabemos nuestros derechos, porque en nuestro país "los hospitales amigos de los niños" es un concepto para jipies o madres aniñadas, porque yo no tenía una tribu en que apoyarme, porque en fin, al día siguiente yo me iba a casa y tendría que lidiar ese problema sola.

Me demoré casi un mes en la relactación, semanas en poder conectarme con mi hijo, y meses en aprender a oír absolutamente a mi corazón, esa voz que adormecemos años tras años y consejos tras consejos, ahora somos una familia hermosa, y somos felices.

Hace un año el Matías pasaba llorando, y yo desesperada no sabía qué hacer, hoy guiña los ojos, saca la lengua, dice mami y gatea por toda la casa, sube las gradas, baja de la cama, come huevito duro, baila cuando escucha música, canta la publicidad de Tang, y me ve con ojos dulces.

Hace un año mi vida cambió y nunca será la misma, hace un año, mi vida tiene una cara diferente y aunque todavía no duerme toda la noche, no cambiaría mi maternaje con nada en la vida.

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