La mejor edad del mundo. Tal vez luego volveré a decir esto,
o tal vez no. Pero el Matías habla en lenguas extrañas y aprendió a buscar la
luna. Le digo que me abrace y pone su cara sobre mi hombro. Le gustan los
buses, viajamos siempre y él va parado en el asiento sonriendo a los demás. Le
hago cosquillas mientras le doy chuchito y no sabe si reír o succionar. Se ha
vuelto un poco insoportable y obsesivo con ver videos de canciones en youtube.
Busca por la ventana cuando ladra un perro y se alza buscando un avión.
Es impresionante como ese pequeño animal que es mi hijo, va
haciéndose un ser humano, es increíble ver su risa, se ríe abiertamente
cerrando sus ojos, y yo que siempre he sido una persona dramática, que he
luchado contra mi tristeza y que he llevado el pesimismo de mi generación
impregnada en la ropa me dejo llevar por las palabras más cursis del planeta:
mi cholito, chiquito precioso, mi corazón, mi amor, mi guapura pequeña, mi
locura chiquita; y sonrío.
A veces me acuerdo del proceso de separación que llevo
ahorita con el papá del Matías y me pongo un poco melancólica, el Matías siente
esa angustia y se pone molestoso, son momentos difíciles, que me sobrepasan, y
es ahí cuando pienso, que ese pequeño loco que ahora ya tiene un año dos meses
salvó mi vida.
alguien decía... nadie necesita un hijo para salvarse, yo creo que no hay cuestión más absoluta que la transformación que te da un ser puro en tu vida. que lindo el matias.
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